El caso Urdangarín se presenta cada día más claro. Al principio del real bombazo, cuando los medios de comunicación advirtieron de las actividades fraudulentas del yernísimo, políticos, algunos periódicos e incluso la propia Casa Real apelaron a la presunción de inocencia y a mantener una actitud escéptica hasta que la justicia no demostrara lo contrario.
Este escepticismo se fue desvaneciendo a medida que los periódicos publicaban titulares cada vez más desveladores y alarmantes, como si de un cuento por fascículos se tratara; una novela en el que un ceniciento con cara angelical se casa con la princesa y haciendo maluso de su nueva situación parece dedicarse a la apropiación indebida del dinero del reino. Pero el colorin colorado de este cuento aun no ha llegado.
Por lo pronto el simbólico mensaje de Navidad del monarca antecedido de la desaparición de Urdangarín de las actividades reales otorga mayor credibilidad a las informaciones que llegan día a día y cada vez de mayor gravedad. Hoy por ejemplo, El Mundo publica que el marido de la Infanta Cristina gastó 80.000 Euros de dinero público en carpintería y cerramientos para su palacete en Barcelona. Una cantidad desviada a la empresa Aizoon que comparte con la su esposa. ¡Ah, su esposa! Esa mujer que “realmente” desconocía las actividades corruptas de su marido aún compartiendo empresa ¿no? De demostrarse jurídicamente este turbio asunto y siguiendo la actitud ejemplar de la que el rey hablaba en su discurso navideño, el colorin colorado debiera acabar en divorcio.
MARINA RIVERO
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